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Entrevista a Christian Tamaş por Rhea Cristina

 

 

"La literatura española es multicolor y de calidad,

y refleja las preocupaciones de las nuevas generaciones

que viven en el mundo actual

 

 

 

Christian Tămaş es un destacado escritor, filósofo, orientalista y traductor rumano, con competencia en ocho lenguas extranjeras: árabe, francés, inglés, italiano, español, portugués, catalán e irlandés. Actualmente, ejerce como asesor en Ciencias Humanas del IBC – Cambridge (Reino Unido) y como profesor de lengua y civilización árabe.

 

Doctor en Filosofía "Magna cum laude" por la Universidad “Alexandru Ioan Cuza” de Iași, Tămaş es también miembro de la Unión de Escritores de Rumanía. Su obra abarca un amplio espectro de géneros, desde la narrativa hasta el ensayo académico. Ha publicado cuatro novelas (El caballero negro, La maldición de los cátaros, Laberinto, Un nombre en la arena) y un volumen de relatos (El silencio blanco), así como estudios sobre cultura y civilización (Despertar hacia la inmortalidad, Crisis contemporáneas: la disolución de lo sagrado, Crisis contemporáneas: la ofensiva del islam, Estrategias de comunicación en el Corán, (E)L. Los avatares de un artículo determinado).

 

Además, ha contribuido como coautor a numerosas obras colectivas, y ha firmado prólogos, reseñas de crítica literaria y ediciones académicas. Su trayectoria ha sido reconocida con múltiples premios nacionales e internacionales, entre ellos el Premio de la Unión de Escritores de Rumanía (sucursal Iași), el Premio “Naji Naaman” (Líbano), y la Medalla de Oro a la Excelencia Intelectual (Perú).

 

Junto a su esposa, dirige la editorial ARS LONGA, presente desde hace tres décadas en el ámbito editorial rumano e internacional. Esta editorial promueve tanto la literatura contemporánea y clásica como la literatura científica, y mantiene colaboraciones con instituciones de prestigio de Francia, Argentina, Italia, España, Brasil e Irlanda. Asimismo, participa activamente en las principales ferias internacionales del libro, como las de Fráncfort, Leipzig, Barcelona, Burgos y Bolonia.

 

En nuestra entrevista, propusimos a Christian Tămaş un análisis profundo sobre los temas más provocadores del mundo contemporáneo, abordando aspectos clave del espacio (multi)cultural europeo y global. Entre los temas tratados, destacan la cultura y civilización españolas, el papel del intelectual europeo, la presencia de la literatura rumana en España, y los desafíos actuales de la identidad en un contexto internacional cada vez más interconectado.

 

 

 

Rhea Cristina: ¿Qué tipo de cultura existe hoy en Europa?
Christian Tămaş:
La cultura europea, abierta, dinámica y universalista, se inscribe en los patrones culturales mundiales marcados por los juegos del intercambio, sobre los cuales aún conserva una influencia bastante notable.

 

 

 

Rhea Cristina: ¿Qué tipo de intelectual predomina actualmente a nivel mundial? ¿Y qué tipo de cultura?
Christian Tămaş:
El intelectual de hoy es, tal vez, alguien todavía demasiado anclado en el engranaje de las ideas del siglo pasado y, en cierta medida, desconcertado ante el mundo multipolar del tercer milenio, caracterizado por una gran volatilidad en casi todos los ámbitos. Las ideologías surgen y desaparecen a un ritmo vertiginoso, sin tener ya tiempo de “asentarse”, por decirlo así. Las crisis económicas y militares se suceden con tal rapidez que apenas queda espacio para una reflexión profunda sobre ellas. Y ni hablar del progreso tecnológico, casi alucinante, que modifica constantemente la relación del ser humano consigo mismo y con sus semejantes.
En cuanto a la cultura a nivel mundial, esta es multipolar, abierta y dinámica, aunque sigue marcada por desequilibrios —principalmente de carácter económico— que obstaculizan los intercambios culturales entre distintas comunidades y regiones del mundo.
La globalización, que ha contribuido de forma decisiva a una asunción del ejercicio de la alteridad en una dimensión desconocida para las épocas históricas anteriores, ha provocado la puesta en circulación activa de diferentes visiones del mundo, de valores convergentes o divergentes, de modos de vida diversos, de todo lo que implica cultura y civilización.

 

 

 

Rhea Cristina: ¿Qué tipo de literatura predomina actualmente en Europa y a nivel mundial?
Christian Tămaş:
En general, lo que se ve en Europa no difiere mucho de lo que ocurre en Rumanía. Sin embargo, en los últimos años ha ganado popularidad a nivel mundial el llamado “novela gráfica”, compuesta por ilustraciones y diálogos, similar en cierto modo al cómic. La gente ya no tiene tiempo ni disposición para leer como antes, y lo mismo sucede con muchos escritores, que ya no escriben como lo hacían en el pasado. Vivimos en una época trepidante en todos los sentidos, llena de acontecimientos —más o menos significativos— que se suceden a gran velocidad. Los tiempos cambian, al igual que los gustos y las costumbres.
También está ganando terreno un tipo de literatura de corte más o menos memorialístico, cuya creciente importancia se debe a la mayor atención que hoy se presta a las minorías culturales. Las obras de este tipo describen hechos desde la perspectiva de los miembros de estas minorías, así como desde la de pueblos oprimidos o no occidentales, un tipo de literatura poscolonial, si se quiere.

 

 

 

Rhea Cristina: ¿Qué tipo de cultura y civilización española se proyecta hoy a nivel mundial?
Christian Tămaş:
Una cultura rica, variada, efervescente y dinámica, fortalecida por los esfuerzos constantes por preservar sus particularidades. Es una cultura presente en tres continentes, cristalizada en torno a una lengua hablada por cuatrocientos ochenta y tres millones de personas como lengua materna.

 

 

 

Rhea Cristina: ¿Cómo es actualmente la literatura española y europea? ¿Y la literatura rumana en España?
Christian Tămaş:
Una literatura multicolor, de calidad, que refleja las preocupaciones de las nuevas generaciones que viven en el mundo actual: un mundo interconectado, hiperactivo y, en cierto modo, frenético desde todos los puntos de vista, marcado por problemas diversos, crisis y catástrofes de todo tipo. Todo esto dosifica con cuentagotas el tiempo de todos. Creo que de ahí proviene también el creciente interés del gran público por la prosa —una tendencia visible ya desde las últimas décadas del siglo pasado—, por los relatos, las novelas breves o las historias con tramas accesibles, que no exigen grandes esfuerzos de interpretación. Paralelamente, se nota un interés decreciente por la poesía, aunque esta continúa teniendo creadores valiosos.
Desde el punto de vista temático, a diferencia del siglo XX —centrado más en el subconsciente y lo irracional, y en una problemática filosófico-religiosa orientada hacia la resolución de las crisis del ser humano—, la literatura europea actual, aún dentro de la posmodernidad, se enfoca en gran medida en las crisis sociales, la trata de personas y de drogas, la violencia urbana, el desarraigo y las cuestiones identitarias.
En cuanto a la literatura rumana en España, parece estar en vías de obtener una posición meritoria dentro del conjunto de la literatura ibérica, posición que, sin duda, se consolidará en los próximos años.

 

 

 

Rhea Cristina: ¿Qué tipo de intelectual predomina actualmente en Europa? ¿Un intelectual activo, presente en la escena socio-política, o uno pasivo, teórico de las ideas? ¿Un visionario o un exiliado?
Christian Tămaş:
Un intelectual quizá demasiado anclado en el engranaje de las ideas del siglo pasado y algo desconcertado por el mundo multipolar del tercer milenio, caracterizado por una gran volatilidad en casi todos los planos. Las ideologías surgen y desaparecen a un ritmo tan vertiginoso que ya no tienen tiempo de “asentarse”, por así decirlo. Las crisis económicas y militares se suceden con tanta rapidez que apenas queda espacio para una reflexión profunda. Y ni hablar del progreso tecnológico, casi alucinante, que transforma continuamente las relaciones del ser humano consigo mismo y con los demás.
En tal contexto, antes de que uno logre exponer una idea o un conjunto coherente de ideas, o de ofrecer una perspectiva argumentada sobre algún tema, el contexto —sea cual sea su naturaleza— ya ha cambiado, y hay que empezar de nuevo.
¿Es un visionario o un exiliado? Depende, por un lado, de su capacidad de anticipación y, por otro, del grado en que sus ideas puedan contradecir ciertas visiones o concepciones establecidas que se presentan como verdades absolutas.

 

 

 

Rhea Cristina: ¿Qué tipo de Europa cultural se está configurando actualmente?
Christian Tămaş:
La Europa de nuestros días es una Europa prometeica, portadora de verdades —a veces diametralmente opuestas— envueltas en ropajes de absoluto, profundamente materialista y casi completamente desprovista de un horizonte trascendental genuino. Genera una cultura en la que el ser humano se considera el dueño indiscutible del universo, sin darse cuenta de cuánto está sumido en una cotidianidad gris, saturada de metas elevadas al rango de ideales, de intereses mezquinos, de crisis cada vez más diversas y numerosas, de mentiras y de automatismos.
La Europa actual es, en su conjunto, multipolar, abierta, dinámica y pluricultural, pero aún incapaz de gestionar su propio pluriculturalismo mediante un verdadero ejercicio de alteridad y una plena armonización de las culturas que la componen. Todavía existen numerosas barreras que generan temores sobre una posible pérdida —parcial o incluso total— de identidad, temores que a veces se transforman en angustias existenciales capaces de alimentar el regreso, más o menos triunfal, del nacionalismo, del populismo y del fundamentalismo, con consecuencias potencialmente nefastas.

 

 

 

Rhea Cristina: ¿Qué tipo de Europa cultural se construye ante nuestros ojos? ¿Es una Europa en pleno declive del europeísmo, una Europa multicultural o una Europa inédita?
¿Qué papel juegan los factores políticos y económicos en este contexto?
Christian Tămaş:
La Europa de hoy —ya provenga del imaginario del hombre occidental o del oriental— es una Europa prometeica, portadora de verdades muchas veces contradictorias, vestidas de absolutismo, profundamente materialista y privada casi por completo de un horizonte trascendente auténtico. Produce una cultura en la que el ser humano se ve a sí mismo como el amo del universo, sin advertir hasta qué punto está atrapado en un día a día monótono, saturado de fines erigidos en ideales, de intereses pequeños, de crisis múltiples, de mentiras y de automatismos como el famoso métro-boulot-dodo, fórmula acuñada en 1968 por el escritor y periodista francés Pierre Béarn.
Europa es hoy, como el resto del mundo, pluricultural, pero aún carece de la capacidad de gestionar esa pluralidad mediante un ejercicio pleno de alteridad y de una verdadera armonización de sus culturas internas. Occidente y Oriente todavía deben superar numerosas barreras que provocan temores sobre la pérdida de identidad, temores que a menudo se convierten en angustias existenciales que alimentan el resurgir —más o menos triunfante— del nacionalismo, el populismo y el fundamentalismo.
¿Es una Europa inédita? No, ya no lo es tanto. Tuvo, sí, su momento de gloria al iniciarse el proyecto europeo tras la Segunda Guerra Mundial, cuyo propósito era construir una entidad pluriestatal unificada, basada en la igualdad, la equidad, valores y aspiraciones comunes, capaz de evitar desastres como los de las dos guerras mundiales. Pero ese impulso juvenil parece haberse apagado, dando paso a un estado de “saciedad” que, lamentablemente, no ha podido evitar la reaparición de la guerra dentro de sus propias fronteras, con una violencia que amenaza con arrasarlo todo.
El papel de los factores políticos y económicos en esta evolución es imposible de resumir en pocas líneas. Las motivaciones económicas y políticas han condicionado desde siempre la existencia humana sobre la Tierra y han sido la base de todas las grandes crisis y conflictos de la historia, por más que a veces se hayan disimulado tras razones supuestamente nobles.

 

 

 

Rhea Cristina: ¿Cuáles son actualmente los grandes desafíos y enfrentamientos culturales a nivel mundial?
Christian Tămaş:
El mayor desafío, que genera enfrentamientos en todos los planos, es la globalización en el contexto de visiones del mundo no unificadas, a veces fuertemente antagónicas. Esta globalización tiende cada vez más a tomar la forma de una "desglobalización", impulsada por la reconfiguración del mundo en dos bloques con fuertes ambiciones hegemónicas, una situación que amenaza con hacerlo todo estallar. La población mundial crece sin cesar —acabamos de alcanzar oficialmente los ocho mil millones de habitantes—, lo que plantea problemas serios a escala global, en un contexto marcado por el deterioro rápido y dramático del entorno natural debido al cambio climático.
Además, los recursos, incluidos los alimentarios y los hídricos, disminuyen lenta pero constantemente, y nos volvemos cada vez más inseguros respecto al futuro nuestro y el de nuestros descendientes en este planeta. En este escenario, el ejercicio de la alteridad —que ha sido y sigue siendo un factor clave en la existencia humana— se ve sometido a tensiones cada vez mayores.
Las diferencias culturales, aunque en apariencia atenuadas, pronto volverán a convertirse en motivo de conflictos múltiples, que a su vez profundizarán aún más dichas diferencias, porque, como decía Sartre, el infierno son los otros.
Los valores occidentales —al menos algunos de ellos— serán cada vez más cuestionados, incluso dentro de las propias sociedades que los han promovido, y ni hablar de las críticas provenientes de otras sociedades construidas sobre fundamentos culturales distintos.
En el plano cultural, el mundo actual se divide con creciente nitidez en tres grandes corrientes: una liberal, otra tradicionalista y una tercera fundamentalista. La primera es propia de Occidente; las otras dos son impulsadas por sus críticos —más o menos declarados—, cuyos nombres no mencionaré aquí, pues son sobradamente conocidos. Las tres están ideológicamente fundamentadas y contribuyen, cada una a su modo, a la desestabilización de un equilibrio global ya de por sí frágil.

 

 

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