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Relato Urashimataro por Antonio Duque

 

Erase una vez un lugar llamado KITAMAENOURA, donde vivía un mozo llamado URASHIMATARO. Vivía solo con su madre, que ya tenía cerca de ochenta años. Era pescador y todavía no se había casado. Su madre siempre le decía:

 

—Taro, cásate mientras yo esté bien.

 

Pero Taro respondía siempre a las palabras de su madre:

 

—Yo todavía no tengo suficientes ingresos, de forma que , aunque me case, no puedo dar de comer a mi mujer. Sera mejor olvidar esa idea, y continuar como hasta ahora-, y no se decidía a casarse.

 

Al poco tiempo la madre cumplió 80 años y Urashimataro llegó a los 40. A principios de uno de aquellos otoños, el viento empezó a soplar del  Norte, por lo que no se podía salir a pescar. La situación duró bastantes días. Si no había pescado no había dinero, y si no había dinero no se podía dar de comer a la anciana mujer.

 

—¿Mejorará mañana ? Si así fuera podría salir a pescar...—,se decía por la noche, antes de acostarse.

 

Una hora antes de salir el Sol abrió los ojos. Miró hacia el cielo y vio que estaba hermosamente despejado.

 

— ¡Por fin! ¡Menos mal! Hoy podré ir a pescar...

 

Se levantó, preparó los aparejos de pesca y se metió en su bote. Sin embargo no pescó nada antes de que saliera el Sol por el Oeste.

 

—Esto es un problema. ¿Tampoco habrá nada hoy para darle de comer a mi pobre madre?-, se decía preocupado.

 

Estaba asomando el Sol su rostro por Oriente cuando pareció que un gran pez se había tragado el anzuelo. Tiró de la caña con todas sus fuerzas, pero no era un pez, era una gran tortuga.

 

Aunque Urashimataro procuraba que se desenganchara, la tortuga parecía no querer irse.

 

—Creía que era un besugo, pero es una tortuga. Mientras estés tú por aquí no picará ningún pez. Así que , vete, por favor, lo más lejos posible-, le dijo a la tortuga , y la lanzó lo más lejos que pudo.Volvió a tirar el anzuelo para intentar pescar algo, pero otra vez ocurrió lo mismo. Durante un largo rato no pudo pescar nada.

 

Por fin parecía que algo había caido en el anzuelo. Fue a levantarlo y:

 

-¿No eres tú la misma tortuga de esta mañana? Te dije que te fueras pero has vuelto a picar. Ah, hoy no es mi día, parece-, iba diciendo Urashimataro enfadado, ya que no podía volver a casa mientras, al menos, no hubiera cogido un pez.

 

De nuevo se preparó para pescar, concentrado, esperando obtener algo.Ya se estaba poniendo el Sol cuando, de nuevo, algo picó en el anzuelo. Como en las ocasiones anteriores se trataba de la misma tortuga. La volvió a coger y la lanzó lejos, con todas sus fuerzas.Ya se había puesto el Sol. Viendo que no podía hacer nada, se dispuso a regresar a casa. Entonces, frente a él venía un barco grande.

 

—Nunca he visto un barco así ¿De dónde vendrá? ¿Dónde ira? Sin duda vendrá de un lugar lejano para ir a otro lugar más lejano todavía-. Urashimataro iba pensando así, y seguía en su barco en dirección a su casa. El barco grande se dirigió hacia él y se detuvo justo ante su bote. Entonces , el que parecía capitán del barco, salió a cubierta:

 

—Urashimataro, Urashimataro..., lo llamaron.

 

-¿Sí?  ¿Qué ocurre?-,  preguntó.

 

—Yo soy sirviente de la Princesa Otohime, del palacio de Ryugu. La Princesa me dijo que te guiara hasta el palacio. Sube al barco y vámonos-, dijo el capitan del barco; pero Urashimataro:

 

—No puedo ir al palacio de Ryugu, porque si así lo hiciera, mi madre

 

se quedaría sola. Tiene ya ochenta años y si yo falto no podría vivir.

 

—No te preocupes, ya me encargo yo de que no le falte nada para vivir.Vamos.sube ya .

 

Al escuchar esto, ya convencido, subió al barco. Al poco rato el barco se adentró en una espesa y extraña niebla que, al desaparecer, dejó ante los atónitos ojos del hombre un magnífico palacio: el palacio de Ryugu.

 

Ante la puerta estaban esperando Otohime y sus damas, vestidas con bellas y hermosas indumentarias, adornadas de hermosa pedrería. Ante ellos nadaban los peces, y ,desde alguna parte, se escuchaba una música bella y agradable.

 

—¡Bienvenido, Urashimataro!-, le saludaron todos los que habian ido a recibirlo.

 

Ricos manjares, bella música, hermosa danza, eran ofrecidos contínuamente a Urashimataro. Cuando creía que solo habían pasado tres días desde su llegada realmente ya llevaba tres años allí. Un día le dijo a  Otohime:

 

—Princesa Otohime, nunca olvidaré la amabilidad que has tenido para conmigo, pero mi madre está sola, y yo estoy preocupado, asi es que , con permiso, vuelvo a mi país.

 

Entonces Otohime le entregó tres cajas como las que se usan para guardar joyas.

 

—Urashimataro, cuando tengas algún problema abre estas tres cajas—, dijo la Princesa. Al poco subió de nuevo al barco y regreso a su lugar natal.

 

Una vez regresado, pudo comprobar que la forma de las montañas y colinas había cambiado, que muchos árboles habían desaparecido y otros estaban secos por el suelo.-Sólo estuve tres años fuera, pero... ¿Qué ha ocurrido aquí? —, se preguntaba, y se dirigió hacia donde creía que estaba su casa.

 

Allí, en una choza de paja de arroz, vivía un viejo, triste y solitario.

 

—Yo vivía aquí , en este pueblo. ¿Conoce usted a un hombre llamado

 

Urashimataro? -, le preguntó al viejo.

 

—Yo he oido decir a mi abuelo , que en tiempos de su abuelo,vivió en este pueblo el tal Urashimataro, pero que un día se fue al palacio de Ryugu.

 

La gente estuvo esperando durante mucho tiempo, pero que al final no volvió.

 

—¿Y la madre de Urashimataro?

 

—Ya hace mucho que murió.

 

-¿Dónde está su tumba?-, volvió a interrogar Urashimataro.

 

El viejo se lo explicó y se dirigió hacia allí. La tumba estaba cubierta de hojas de árbol. La limpió un poco y pudo comprobar que su madre hacia ya muchas decenas de años que había fallecido.

 

Después visitó el lugar en donde creía que estaba su casa , pero no encontró apenas nada de lo que fuera su lugar. Muy triste, sacó de su zurrón las tres cajas que le había dado la Princesa Otohime. Abrió la primera y había unas plumas de grulla. Al abrir la segunda empezó a salir un humo blanco que envolvió a Urashimataro que, de pronto, quedó convertido en un verdadero anciano, con pelo blanco y encorvado por la cintura. Abrió la tercera de las cajas y sacó su espejo,donde pudo mirar su envejecida figura.

 

-¡Qué extraño es todo esto!-, pensaba mientras se miraba al espejo.

 

Entonces sopló un poco de viento y las plumas empezaron a bailar en el aire. Las plumas se convirtieron en una grulla que descendió y cogió a Urashimataro por la espalda en su pico, elevándolo por los aires. Cuando iba subiendo , pasaron por encima de la tumba de la madre de Urashimataro, y justo en ese momento, Otohime, transformada en tortuga,se encontraba encima de una colina, junto al mar. Había venido para despedir a Urashimataro.

 

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