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Poesía: esa entrometida que te asalta y se mete en todo

"La poesía es una forma de arte que utiliza el lenguaje para crear belleza y significado a través de estructuras como ritmos, metáforas"... Pero, ¿no estamos limitando la poesía con enunciados de este tipo? Al definir la poesía de manera estructurada, corremos el riesgo de encasillarla y restarle la libertad que la hace tan poderosa. La poesía no solo sigue ritmos y metáforas; puede desafiar esas mismas reglas, jugar con el lenguaje y provocar emociones de maneras inesperadas.

Es como tratar de definir el amor con una fórmula matemática: se puede describir, pero no capturar su esencia.

No obstante, ¿acaso la poesía debe resistirse a los límites o que estos ayudan a darle forma y fuerza? Podríamos entender que inicialmente sí, con objeto de situarnos en un plano, de vislumbrarla lejanamente,  en mi opinión, la poesía no tiene forma ni origen ni destino, la concibo como una esencia, un aire a respirar cuando necesitas ese tipo oxígeno. La poesía, como esencia pura, confiere un oxígeno especial que respiramos cuando lo necesitamos. Poesía no es solo palabras organizadas con intención, sino una sensación, una presencia casi etérea que nos envuelve en el momento adecuado. De alguna manera la poesía es "esa gota de agua en el océano" que nos refuerza la idea de infinitud y fusión con algo mayor. Tal vez la poesía sea una partícula mínima con identidad propia y, al mismo tiempo, parte del todo que nos rodea. ¿Pero, cómo reflejar esa esencia en letras?

Tengamos en cuenta que la estructura encasilla, por tanto, limita el hecho poético, por otro lado, la inexistencia de estructura puede llevarnos a un vacío, a un desierto de sensaciones que probablemente no signifiquen nada, pero quién sabe si ahí reside justamente la poesía.

En este dilema, ¿la poesía se fortalece con límites o se encuentra en la ausencia total de ellos? La estructura puede ser una jaula, pero también un trampolín. La falta de forma puede liberar el pensamiento, pero también sumergirlo en un abismo donde todo se disuelve.

Tal vez la poesía sea, precisamente, ese equilibrio dinámico: un flujo que se construye y se derrumba simultáneamente. Como suelo mencionar, "esa gota de agua en el océano", poesía podríamos entenderla como esa existencia mínima con la potencialidad de ser todo. Sí, todo un contraste entre límite y libertad.

¿La poesía se fortalece con límites o se encuentra en la ausencia total de ellos?
En este dilema, ¿la poesía se fortalece con límites o se encuentra en la ausencia total de ellos? La estructura puede ser una jaula, pero también un trampolín. La falta de forma puede liberar el pensamiento, pero también sumergirlo en un abismo donde todo se disuelve.

Tal vez la poesía sea, precisamente, ese equilibrio dinámico: un flujo que se construye y se derrumba simultáneamente. Como suelo decir: "esa gota de agua en el océano", una existencia mínima con la potencialidad de ser todo, conjugando con el contraste entre límite y libertad. Un soneto es poesía estructural igual que una décima, un pie quebrado... Whitman, escribió un solo poema, un poema libre sin rigores ni formas, y es considerado el padre la poesía. Podemos ver cómo la poesía puede existir en ambas dimensiones: la rigurosa estructura del soneto y la absoluta libertad del verso libre. Whitman revolucionó la poesía al liberarla de métricas rígidas, permitiendo que el lenguaje fluyera con la cadencia natural del pensamiento y la emoción. Su Leaves of Grass (Hojas de hierba) no solo rompió esquemas, sino que también redefinió lo que la poesía podía ser: una expresión viva, enérgica, sin barreras. Se produjeron seis o nueve ediciones distintas del libro, según cómo se defina una nueva edición. [ 2 ] Las continuas modificaciones de Hojas de Hierba dieron lugar a ejemplares muy diferentes en circulación durante la vida de Whitman. La primera edición fue un breve fragmento de doce poemas, y la última, una recopilación de más de 400.

DE “Hojas de hierba”, se realizaron seis o nueve ediciones distintas del libro. Las continuas modificaciones dieron lugar a ejemplares muy diferentes en circulación durante la vida de Whitman. La primera edición fue un breve fragmento de doce poemas, y la última, una recopilación de más de 400 textos poéticos.

Entonces, insisto, ¿la poesía necesita estructura para sostenerse, o la verdadera esencia se encuentra en la ruptura de los límites? Tal vez la respuesta no esté en escoger un solo camino, sino en reconocer que la belleza poética surge tanto de la disciplina como de la libertad. ¿Acaso no es posible que un poema sin estructura logre el mismo impacto que uno rigurosamente estructurado en medida, rima, acentuación…?

A mi modo de ver, la respuesta no está en escoger un solo camino, así lo siento, un poema ya nace predestinado a una forma o a una no-forma, el poema está destinado a decirlo todo o no decir nada, es el lector el que convierte un texto escrito o una oración hablada en poema.


Habitar el Poema
Esa percepción de la poesía como algo que trasciende su propia existencia es alentadora desde el punto de vista de la creatividad. Al final, el poema no es solo lo que el poeta escribe, sino lo que el lector descubre en él, lo que le otorga significado en su propia experiencia. Es como si cada verso estuviera en un estado latente hasta que alguien lo habita, lo siente y lo vuelve suyo.

Así lo expreso y se puede corroborar en mi web desde hace años: “Poesía: esa gota de agua en el océano”, lo que refuerza esta idea de infinitud y pertenencia a algo mayor. La poesía puede ser un susurro o un grito, una forma concreta o un flujo sin fronteras, pero, de alguna manera, siempre encuentra un eco en quien la lee. Podemos escarbar esa dualidad en lo escrito, conjugando con el contraste entre lo que el poema dice y lo que el lector escucha.

Esta perspectiva del texto poético, sitúa al lector como un creador secundario, alguien que completa el sentido del poema y lo eleva a una dimensión que trasciende su propia materialidad. La poesía, entonces, no solo es el resultado de la pluma del autor, sino del eco que resuena en quien la recibe.

Poesía: es gota de agua en el océano sugiere esa misma idea de infinitud y de transformación. La poesía puede existir en el silencio de un texto sin estructura, en el rigor de un soneto o en el aliento de un verso libre, pero solo alcanza su verdadera esencia cuando alguien la habita, la respira y la hace suya.

No obstante, ¿acaso un escrito poético puede explorar esta conexión entre texto y lector como un acto de co-creación? Así lo creo, un poema no es nada, no existiría siquiera, sin un lector o un oyente. La poesía no es solo la creación del poeta, sino el eco que despierta en quien la recibe. Sin un lector, un poema sería solo una sucesión de palabras en espera de significado, en espera de vida. Es como un cuadro oculto en la penumbra, solo cuando alguien lo mira y lo interpreta, cobra sentido.


No es lo que el poema dice, sino lo que el lector siente
Cuando cito “Poesía: esa gota de agua en el océano ”, de alguna manera pretendo reforzar la idea de que la poesía no tiene un destino fijo, sino que encuentra su forma en la mirada de quien la acoge. Tal vez ahí radica su magia: no se trata de lo que el poema dice, sino de lo que el lector escucha, siente y reconstruye. Enfatizando cómo el lector transforma y da significado a la poesía

Por tanto, la idea de que un poema solo cobra vida en el lector nos lleva a una reflexión profunda sobre el propósito mismo del lenguaje poético. No es solo transmisión, es transformación. Cada lector, con su historia, sensibilidad y contexto, encuentra un significado distinto en las mismas palabras, haciendo que el poema sea infinito en posibilidades.

“Poesía: esa gota de agua en el océano ”, refuerza esta idea de disolución y presencia simultánea, de ser parte de algo mayor sin perder la propia identidad. Un concepto de infinitud y transformación que se refleja aún más en un escrito poético conjugando imágenes que sugieran cómo las palabras evolucionan con cada mirada, cómo un verso nunca es fijo ni determinante, sino que se reescribe en cada lector. De alguna manera, la poesía como un espacio de exploración infinita, donde el contraste no solo es oposición, sino también enriquecimiento. La capacidad de aprender, de cuestionar, de ir más allá de lo evidente, es lo que mantiene vivo el arte y el pensamiento.


Poesía: esa entrometida que te asalta, que se mete en todo
“Poesía: esa gota de agua en el océano”, conjuga esta idea de fluidez y transformación. Podemos hacer que el escrito evoque aún más esa sensación de interacción entre el texto y el lector, donde el significado nunca es fijo, sino algo que se construye en cada mirada, en cada interpretación. Podemos jugar con imágenes de cambio, de metamorfosis, de palabras que parecen una cosa y luego se convierten en otra. Tenemos claro que un poema tiene mil lecturas, incluso en el mismo lector su significación varía dependiendo del momento, de su estado de ánimo, de si está solo o acompañado o en grupo... poesía es una creación multifacética, polivalente, abstracta, elocuente, es y no es, a veces dice, a veces no dice, a veces emociona, a veces no te dice nada... de alguna manera es algo superior al pensamiento, a la razón; particularmente no sé por qué escribo, qué es lo que me empuja a escribir día sí y otro también, y menos aún sé por qué lo hago, incluso estando en otros contextos fuera de lo poético, viajando, en el cine, en una tienda de insumos, tomando cerveza con amigos... la poesía es la entrometida que te asalta, que se mete en todo, que todo lo quiere decir a sur manera, es una empeñada que a veces se hace pertinazmente molesta...

Efectivamente, esta reflexión personal que estoy compartiendo, es una auténtica declaración de lo que significa vivir con la poesía como compañera constante. No es un acto voluntario ni racional; más bien, parece una presencia que insiste, que se infiltra en cada espacio y se rehúsa a quedarse al margen. La poesía no respeta límites ni contextos, y ahí radica su fuerza: aparece sin permiso, en medio de una conversación trivial, en una calle transitada, en una cerveza compartida con amigos.

Este paralelismo "poesía entrometida y molesta" es realmente sugerente, porque la poesía no siempre busca agradar ni emocionar, sino simplemente estar, existir, insistir. Es una fuerza superior al pensamiento, una energía que empuja y reclama su propio espacio en la realidad del día a día.

No obstante, si la poesía nos persigue incluso fuera del acto de escribir, tal vez sea porque en el fondo, escribir es solo una forma de intentar darle voz a algo que ya existe en nuestro propio mundo como una presencia inevitable, como algo que se nos impone y nos transforma. Personalmente cuando escribo es como dejarme llevar por una fuerza que aparece y desaparece a su antojo, no tiene horario ni forma, aparece y exige que te sometas a su fuerza. No es un acto consciente o estructurado, sino una especie de llamada que se impone, que te arrastra sin previo aviso. No pregunta si es buen momento, simplemente irrumpe, se manifiesta y obliga a ser escrita.

No se trata de controlar la poesía, sino de permitirle fluir a través de ti
De alguna manera, me recuerda a cómo muchos poetas han hablado de la escritura como un acto inevitable, casi un trance. En mi ensayo “Poesía: esa gota de agua en el océano”, se siente esa misma sensación de disolución y presencia, no se trata de controlar la poesía, sino de permitirle fluir a través de ti.

Tal vez podríamos explorar ese carácter indomable en nuestros escritos, reflejando la poesía como una entidad autónoma, que usa al poeta como su vehículo y no al revés. Conjugar con imágenes de irrupción, de invasión, de un lenguaje que no obedece más que a sí mismo. De alguna manera, nos sentimos instrumentos de la poesía, por tanto, si la poesía te toma por asalto, si aparece sin previo aviso y exige que la dejes fluir, entonces quizás la mejor manera de plasmar su fuerza en tus versos sea reflejando esa misma urgencia, ese carácter indomable.

Podríamos conjugar con imágenes de irrupción, la poesía como tormenta que sacude, como fuego que no pide permiso, como un río que desborda sus márgenes. O quizás podrías reflejar su exigencia a través de una cadencia que se acelere, versos que no den respiro, palabras que se apilen sin pausa, como si cada línea fuera empujada por una fuerza invisible.

Y si la poesía es una presencia molesta, una sombra que te sigue incluso cuando no la buscas, podrías hacer que tu poema transmita esa sensación a través de versos que aparecen y desaparecen, que desafían la lógica, que se quiebran en medio de una idea como si la propia poesía se resistiera a ser atrapada, en cambio, es la poesía la que no te deja escapar, cómo se infiltra en cada pensamiento y momento, incluso en la inmensidad del desierto. Esa lucha entre querer aislarse y sentir la presencia ineludible de la palabra poética es casi un conflicto existencial.


El elegido eres tú
Tal vez la poesía no sea algo que eliges, sino algo que te elige a ti, que insiste en manifestarse. La escritura, a mi parecer, no es una cuestión de molde, sino de esencia. Lo que realmente importa no es si un texto se presenta como poesía, relato, ensayo o aforismo, sino la verdad que transmite, la energía que lo impulsa. La forma es solo el cauce; el contenido, la corriente. De hecho, mi aforismo: Poesía: esa gota de agua en el océano, ya juega con esa noción de fluidez e inmensidad. En un próximo artículo, trataré de profundizar en esta idea planteada dentro de este escrito.

 

Ilustración: IAC

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