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Madame Ho Escrituras de viaje. Gabriela Ruiz Agila

Tecolote
La ola de calor y su ritmo
el pavimento se derrite en la suela de los zapatos.
Casi desnudos orillándose a la sombra y a la miseria
los dementes se tambalean en las esquinas.
Están tiznados de tristeza y extremo
buscan alojamiento en el hotel del norte
pero todos vamos de paso,
incluso los viajeros que miran hacia la línea.

Caminando cerca del tecolote
pie a pie avanzo en la jornada de supervivencia,
ahora todo va como en cámara lenta.

En el tiempo del infierno
arden las monedas, arden los vicios,
los periódicos se desintegran
con el olor del cigarrillo barato y el combustible/ alcohólico
... compañeros de ruta.

El acento pesado y el salto sobre el muro
los botes de cerveza destellando en la banqueta
en una frontera cada vez más vidriosa y solitaria
pero tú sobrevives a todos los espejismos
y quemas.


Hiroshima y Nagasaki
El abanico dando vueltas sobre el ambiente húmedo
de lo que un día sería algo parecido a Vietnam.
El sudor violento invadiéndolo todo.
El agotamiento.

Desde esta habitación
puedo escuchar al mar mecerse frente a la costa / nororiental.

El Pacífico se desplaza por debajo del horizonte.

Durante el sismo de este latido,
prevalece la serenidad de la tarde
y la puesta de sol es un evento devastador,
al menos a la distancia de un deseo.

La trayectoria de la tristeza y el ritmo de la lluvia:
hemos presenciado ese estremecimiento antes.

Pienso en esa maldición de “quedarse y luchar”
sobre los escombros de lo que fue esta ciudad.

La gente busca sobrevivientes y encuentra solo cadáveres.

Las sombras de los años transcurridos
tendidas en el suelo.

Un ropero, una cama de soldado, y el calor.

Nadie está a salvo.

Es una idea que me provoca llanto,
por eso me iré, aunque los trenes no lleven a ningún lugar.

En mi ciudad natal, todos quieren irse, pero,
los que se fueron, añoran regresar.

Es difícil sobrellevar el desarraigo del agua, del suelo, / del aire, de los rayos solares y las fechas
desde luego, miedo. Lo que no se ha dicho.

Lo que menos importa es el gobierno,
el caos posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Quizá ocurra otra explosión...

Tú y yo, inesperados

Hiroshima y Nagasaki,
la suma de las estaciones.
 
La nuestra es la réplica de ese sismo.

 ¡Hace calor!

 —Soy tuyo, Hiroshima—.

Las nubes arden en llamas desde hace un mes atrás
cuando empezó el verano...
cuando en el trópico de Capricornio
se estrenaba la noche.


TO BE (1964)
Él habrá cumplido más de 40 años, y yo
arribaré a los 20, a mi mejor presente.
Estaremos bailando después de beber algunas horas.
Me le acerco con el encanto del azúcar
para hundirme suavemente en sus ojos.

El whisky frío refrescando la garganta,
el sudor entibiando las palmas y la nuca.
La vibrante música.
El cabello largo y suelto resbalando por los hombros.
El escote. La camisa entreabierta.
La encarnación misma de su deseo, es apetito.
Contengo el aire y aprieto los muslos, fuertemente,
hasta espigarme como el único clavel rojo sembrado / en el agua.
Cuando una mujer desea…  

Nos imaginó quitándonos la sed.
Llegamos al abrazo, aquel que consume.
Adivino su estatura.
Él podría ser la sombra fresca bajo la cual  
me recostara esta tarde.
Yo podría ser la fruta exótica que mordiera.
Me sorprendo diciendo “mío”.

Cuando una mujer desea…  
Es una mañana incierta.
No veo qué color tiene el cielo.
Sé que amaneció.
Soy la dama exiliada.
Decido hacer un viaje en bote acompañada del hombre extranjero.
Lo he visto tantas veces atravesar el océano Atlántico.
Hoy conoceré su nombre.

El mar y su acento.
La hermosa arquitectura que somos dos
dirigiéndonos al mar profundo.

La tarde avanza.
Caen sus cabellos sobre el horizonte.
Los dedos posados otra vez sobre ese libro.
Me toca.

El mar y mi acento
escribiendo el itinerario de los días transcurridos en otras latitudes.

Nociones de hambre
Estoy satisfecha
debes saberlo como una diabla que cree
pero te tengo volviendo
como a un viejo camisón
 con que visto a mi cuerpo viejo
aunque soy joven
aunque mis nociones sobre la tentación
son nuevas y banales.

Estoy satisfecha
porque puedo verte viajando desnudo
¿Adónde vas?

Ahora lo recuerdo
Fui una vez quien tuvo hambre…
una piel preñada.

Estoy satisfecha. Lo sabes.
Pero dime cuándo en mí…


Sueño de la piedra
Ahora que lo mencionas, duermo…
 Solo consigo reconfortarme
en una lejana dinastía
aunque soy como una muralla,
aunque tengo a mi disposición todas las piedras.

Duermo y sueño para ser visitada…
Aprendo sobre las tradiciones bajo el reino de la simetría.
Descubro la verdadera forma,
los cimientos de los ríos y los fosos rellenos de agua,
tallando la piedra hasta volverla femenina y próxima.

Una vez esculpida,
podré decorarme con otras piedras florales, mármol y ladrillo delicado.
Al fin de los tiempos, no volveré al polvo o a la argamasa.
Seguiré durmiendo con el temperamento de un diamante.


Gabriela Ruiz Agila [La Frontera, Ecuador, 1983].
Investigadora en prensa, estudios migratorios y derechos humanos. Es licenciada en comunicación por la UCE-Ecuador; administración pública y magíster en políticas públicas por la UABC-México. Colabora como articulista para diversos medios electrónicos. Miembro del colectivo Matapalo y del Taller literario Palacio (I) caza de palabras en UASB-Ecuador. Premios: segundo lugar en el Concurso Nacional de Poesía Ismael Pérez Pazmiño con Escrituras de viaje [Ecuador, 2016]; primer lugar en Crónica del Cincuentenario organizado por la UABC con Relato de una foránea [México, 2007]. Escribe habitualmente en el blog madameho.wordpress.com y produce la serie de archivos sonoros para FLACSO Radio en el programa “La loca de la casa”.


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