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La poesía sigue latiendo

La poesía sigue latiendo en los rincones más íntimos de nuestra existencia.

Hablar de poesía es hablar de subjetividad. Es adentrarse en el reino de lo personal, de lo intrínseco e intangible. La poesía es un lenguaje que trasciende las reglas convencionales y se sumerge en las emociones, las imágenes y las experiencias personales. Cada lector -cada persona- interpreta un poema de manera única, conectando con su propia sensibilidad y vivencias. Se dice que un poema tiene al menos tres lecturas, la del poeta, la del lector y la del propio poema.

En la poesía, no hay respuestas absolutas ni verdades universales. Cada verso es un mundo en sí mismo, abierto a múltiples significados. La subjetividad nos permite explorar la belleza, la melancolía, la esperanza o el dolor desde perspectivas individuales.

Por tanto, considero que hablar de poesía es hablar de la subjetividad de un danzar de palabras, de la visión del mundo y los sentimientos, de la magia que surge cuando un poeta comparte su verdad con el lector.

Ni ayer, ni hoy, ni tal vez mañana, la poesía exista para los dueños de la riqueza o del poder, ni siquiera para las popularmente denominadas "masas", ciudadanos comunes, trabajadores... La poesía, en su esencia más pura, no se somete a las jerarquías económicas ni a los intereses de los poderosos. A menudo, florece en los márgenes, en las voces que buscan expresar la belleza, la verdad y la resistencia. Aunque pueda no ser ampliamente valorada por los dueños de la riqueza, sigue siendo un faro de luz para aquellos que encuentran en ella consuelo, inspiración y conexión.

En un mundo donde el poder y la riqueza a menudo dictan las narrativas dominantes, la poesía persiste como un refugio para las voces silenciadas. No se somete a las jerarquías ni a las etiquetas sociales. En cambio, la poesía florece en los corazones de aquellos que buscan la belleza, la verdad y la conexión; “conexión” en el contexto de la poesía, la capacidad de la poesía para establecer un vínculo profundo entre el poeta y el lector. La poesía nos conecta con nuestras emociones, con la humanidad compartida y con las experiencias universales. A través de las palabras poéticas, encontramos una conexión que trasciende las barreras del tiempo, la cultura y la individualidad. Es como si de alguna manera la poesía nos uniera a algo más grande que nosotros mismos, permitiéndonos sentirnos parte de algo más profundo y significativo.

La poesía es la voz de los soñadores, los rebeldes, los amantes y los marginados. No se vende ni se compra; se comparte y se regala. En sus versos, encontramos la esencia de la humanidad, la lucha y la esperanza.

Por tanto, podemos estimar que, aunque pueda parecer eclipsada por otros intereses, la poesía sigue latiendo en los rincones más íntimos de nuestra existencia.

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