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Socorro de los cuatro vientos, por Marina Centeno. México

 

Corre el año de 1956. Las calles de Progreso, Yucatán se abastecen de polvo y arenal. La calle principal tiene la majestuosidad del asfalto, ornamento de palmeras, abetos y una que otra luminaria que reparte su luz sobre las viviendas. En una de ellas hay un altar para el Sagrado Niño de Atocha. Dícese que concede la gracia de la maternidad y el milagro de sanación. Por esa razón cada año se le rinde tributo con nueve noches de rezos, flores y velas. La nochera, nombre dado a la persona que por ese día corre a su cuenta los gastos y deberes, reparte las viandas y refrescos entre los asistentes que esperan ese momento como si de ello dependiera volver al día siguiente.
 
Día uno: Iniciación al misterio
El altar se llena de flores. Hay una sensación de impotencia al no tener visible la pétrea mirada del santo para recibir sus bendiciones. Alguno se frota la nariz por el penetrante olor que despide la flor de mayo. Otros disimulan el estornudo y continúan como si el sacrificio fuera tener una próspera salud. Todo queda en el olvido cuando se ven llegar las donas desprendiendo azúcar a su paso para saciar el apetito y tomar con vehemencia el contenido de la horchata de arroz. Desde la primera noche Socorro e Higinio participan confundidos entre la multitud, cada uno con su propio concepto de Fe.

Día dos: Prolongación de vacíos
La noche es diferente. Sobre el altar se ven algunos juguetes y un mazapán, dizque para entretener al niño. Con cara de aburrimiento y resignación la gente responde a los rezos. Es la noche más larga del novenario. Socorro prefiere departir con los niños jugando a las carreras y riendo a carcajadas mientras la mirada de Higinio permanece sobre su figura como un látigo que castiga sin tocar. Todos regresan a casa con los ojos vacíos, así como el estómago. _El Santo de Atocha no necesita viandas ni caramelos. ¡A su casa cada quién!... y lleven consigo las bendiciones que con eso es suficiente -Dice la nochera.  

Día tres: Jaculatoria
Llegan las mujeres a ponerle el ropón al festejado ya que, salvo sea el caso, se dice que vestirlo es augurio de abundancia en el amor y en un corto período de tiempo es probable que se encuentre un marido disponible. Puntuales, sin perder las esperanzas, cumplen al pie de la letra la orden del vestido. Higinio sostiene la mano de Socorro, aunque ésta tiene un semblante de niña incomprendida que mezcla sus doce años entre muchachas promiscuas y un novio que le lleva diez.

Higinio es un buen partido, dice María con el característico movimiento que deja la parálisis parcial. A la madre todo le parece bueno, ya que desde su invalidez la familia permanece abatida entre gastos y estrechez económica. Con la llegada de Higinio a duras penas logran salir adelante cubriendo las deudas que no terminan de pagarse.

Día cuatro: Hechos fortuitos
Regordeta y sofocada, la mujer encargada de la noche, reparte gomas de mascar contoneando sus redondas caderas y sobre de ella las miradas cargadas de reproche por tan simple dulce para degustar. Para muchos es mejor masticar el chicle que quedarse en casa a la luz de la vela persiguiendo sombras funestas.

Día cinco: Advocación
Llega el nochero con dos grandes cajas de tortas, seguido de un mozuelo que trae consigo las sidras. Los muchachos se instalan a responder el rezo, mientras sus ojos surcan la distancia y recorren con avidez las prominentes pantorrillas. Ahora que dos de las muchachas están comprometidas, ellos ponen especial atención a las diminutas cinturas que ciñen los vestidos, tratando de elegir por atuendo o por los párpados que caen por el impacto juvenil.

Día seis: Socorro de los cuatro vientos
Un norte de 60 kilómetros por hora irrumpe la noche. El viento hace cimbrar el asbesto y el cartón. La frágil figura de Socorro soporta la llovizna que azota al puerto. Con la mirada perdida pareciera que implora algún milagro o se aferra a las pestañas postizas como una tabla de salvación. Socorro regresa ensimismada en sus pies cubiertos de fango y entretenida con el vuelo de su gastada enagua, sabedora de la forma turgente de sus senos y los centímetros que envuelven su cintura. ¡Es tan provocativa e inocente a la vez!
La luz diminuta de un cigarro, perdido entre la oscuridad, es testigo del miedo y de los celos de un salvaje escondido en un ser inseguro que se siente capaz de amar y de matar.

Días siete y ocho: Preventivas de avidez
La asistencia supera las expectativas y hacen falta raciones de pan budín. Suele emancipar a las personas una dulce y redonda concha con café. La octava noche, prevista la nochera, hace correr al más pequeño de sus hijos que regresa jadeante con el resto del dulce en tejocote. En el ambiente un presagio se expande como manto antagónico al milagro. Todos sorben los líquidos y revientan las mordidas mientras una densa neblina cubre como un vaho de ansiedad. Indiferente, como casi todas las noches, Socorro demuestra su destreza en las carreras, sintiéndose libre, favorecida por el viento y por la vida.

Día nueve: Repartición de certezas
Es el último día del novenario. Todos esperan impacientes lo que será una noche inolvidable. A lo largo de la entrada principal se colocan banderitas multicolores. El altar es un jardín de cuatro especies diferentes que llenan el ambiente de un intenso olor a flores recién cortadas. El Sagrado Niño de Atocha reparte su fijeza luciendo joyas regalo de hombres adinerados que no escatiman en volcar su Fe otorgándole el derecho de protección. Cuelgan las gallinas sostenidas de las patas para luego ser degolladas y que se vierta la sangre espesa y caliente. En la olla el agua humea a las especies esperando las piezas para completar el manjar. Marcada las tres de la tarde entra la joven casadera a vestir al niño. El ungüento de magnolias se desliza sobre la fría capa de cerámica mientras se entonan cantos de arrullo y las caricias se enredan entre el cabello artificial del venerado. Es para bajarle el susto –Dice la dueña de la casa. Tiene triste la mirada desde ayer. ¡Pégalo a tu cuerpo, qué sienta tu protección! - La exquisita labor del ropón resalta los lánguidos ojos del divino y un estremecimiento provoca un ligero temblor en los labios de la joven casadera.

Inician los festejos con una asistencia impresionante que hace sofocar a unos y emocionar a otros. El altar se ve cubierto de pétalos. Algunas mujeres levantan a sus hijos para que depositen una caricia sobre el santo. Otras prefieren postrarse de rodillas murmurando plegarias con devoción. Al término de esta algarabía se colocan sillas pegadas a la pared y entra el musiquero con una gran bocina a poner el mambo y la cumbia. Los jóvenes se desplazan con armonía y los niños juegan a las carreras y a las escondidas.

Desgarradura de la Fe
Una mano sostiene firme a Socorro que tras el portón espera su turno en el juego. ¡Te dije que no quería verte jugar! Vamos pa´la casa. ¡No eres una niña, eres una mujer! Higinio la arrastra por la calle.  Ella retira el brazo que oprime su agresor. Responde con valentía: Me quedo aquí. Yo quiero jugar… ¡Quiero jugar! Se sostiene un diálogo de improperios y desventajas cuando él saca el cuchillo y bajo amenazas hace correr a una indefensa niña que ante el peligro huye hacia los brazos protectores. Abre la puerta y se deja caer sobre la inválida. Un golpe en la espalda hace colapsar el pulmón seguidos de tres más, certeros y mortales. María, con los ojos cargados de terror, suplica palabras ininteligibles que se confunden entre lágrimas y la saliva que escurre temblorosa. Sus brazos no alcanzan a envolver el cuerpo inerte de su hija.

Higinio, con el rostro desencajado y las manos manchadas de sangre, huye para luego entregarse a las autoridades, afirmando haber matado a su mujer. Es condenado a 25 años de cárcel por homicidio.

Abreviatura del dolor
María ve pasar los días por el camino arenoso que lleva al mar. La tarde le cae por la puerta entreabierta. La noche le sorprende perdida entre las sombras.

Así la encontraron: yerta y con los ojos repletos de melancolía…
 
Marina Centeno (Yucatán, México). Poeta. Su producción poética ha sido compilada en diversas antologías publicadas en España. Sus poemas han sido traducidos al inglés, rumano, italiano, árabe, húngaro, portugués, francés y catalán. Ha sido publicada en diversas revistas literarias de origen virtual y de papel, dentro y fuera del país. Libros publicados (Poesía): Quietud, con la Universidad Autónoma de Yucatán (2012) Inventivas con la Universidad Autónoma de Yucatán (2013) Interiores con la Universidad Autónoma de Yucatán (2014) U páawo´il pikil t´aán - Mi bolsa de poemas (Libro artesanal), con la Universidad Autónoma de Yucatán (2014) Erosión con Lord Byron Ediciones (2015) Tres líneas, Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán (2015) POEMAS DE MAR (POEMELE MARINE) Edición rumano-español Ediciones de HLC Bucarest Rumanía (2016) DÉCI +(MAS) Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán (2017) Consta en la Enciclopedia de la literatura en México (Fundación de las letras mexicanas) de la SECRETARÍA DE CULTURA del Gobierno de México.

 

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Imagen: M.Centeno

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