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Crisis existencial por Libertad González

Primer premio Relato Breve Cactus Níjar 2023
Fito siempre se sintió diferente, un tipo raro. Ya desde muy pequeño notaba que el trato con los demás era especial. Aun así, le encantaba estar en compañía y lo que más ansiaba era tener un amigo, recibir un abrazo. Sin embargo, por una u otra razón, la gente le solía esquivar o evitaba su contacto, de modo que, a menudo se veía desplazado al lugar más apartado, fuera del paso de la concurrencia.
Fito comenzó a pensar que era un tipo peligroso y mal visto por los demás.

Quiso, en una ocasión, ayudar a recuperar un globo que se les había escapado a los niños que jugaban. Fito extendió los brazos para atraparlo, con tan mala suerte que el globo explotó. Los niños rompieron a llorar y lo acusaron de romper su juguete. Desde entonces, nunca más se acercaron a él.

Después de este incidente  y otros muchos similares, Fito ya no tenía dudas: ¡era un tipo peligroso¡  Decidió acudir a terapia para buscar ayuda, a ver si un experto podía detectar la patología que padecía, por qué la gente lo evitaba de esa manera tan cruel.
Tras someterse a numerosos test de personalidad, el psicólogo le diagnosticó que padecía síndrome de rechazo emocional. Esta herida existencial le había provocado un trauma que le había hecho perder la autoestima y tener la sensación  constante de no encajar. Se sentía tremendamente solo, confundido y desconectado del mundo que le rodeaba.
El doctor le recomendó que lo mejor que podía hacer era aceptarse a sí mismo tal como era, sin tratar de forzar la aceptación de los demás, que dejara fluir y con el paso del tiempo, quizá se obraría el milagro.

Fito se sintió desanimado y entristecido al escuchar esto. Esa noche en su jardín, bajo el plenilunio, pensó profundamente en lo que le había dicho el psicoanalista. No dejaba de preguntarse cómo podría hacer para que los demás sintiesen admiración por él.

De repente un agudo dolor de cabeza le empezó a aparecer. Se palpó la frente y notó un extraño bulto. El dolor aumentaba preocupantemente. Permaneció sentado intentando relajarse mientras contemplaba la serenidad del astro luminoso, hasta que el sueño le venció.

Con las primeras luces del día, Fito despertó con la algarabía de las voces de los niños que gritaban entusiasmados:
- “mama, corre, corre mira que flor tan bonita le salió al cactus.

Toda la familia acudió al jardín. Efectivamente, una hermosa flor de pétalos blancos y estambres amarillos había florecido por primera vez del cactus del jardín. En ese momento una abeja se posó en la flor, dispuesta a libar su polen. Toda la familia expresaba su admiración por la hermosa flor que había florecido en la noche:
-¡Que preciosidad¡ ¡La flor más hermosa que vi en mi vida!

 

Fito finalmente comprendió su verdadera naturaleza. Había logrado lo que siempre había querido: la admiración y el cariño de los demás.
Si hubiese tenido boca, sin duda habría sonreído de felicidad.

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