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Frida Kahlo. Desmitificando el Mito. Por Alejandra Craules

Frida Kahlo. Desmitificando el Mito
6 de julio de 1907, Coyoacán, México / 13 de julio de 1954, Coyoacán, México.
Por Alejandra Craules Bretón (México/Italia)

 
La mitificación en torno a la figura de Frida Kahlo y su obra se ha procesado sobre todo en las últimas décadas, producto de gran campaña de comercialización y en opinión de muchos de la sobrevaloración de la obra y la imagen de la pintora mexicana, alimentada en gran parte después de la puesta en escena cinematográfica de su vida personal, interpretada por Salma Hayek en el filme “Frida” dirigido por Julie Taymor.

Conocí a Frida Kahlo al leer notas biográficas sobre la vida de la fotógrafa italiana Tina Modotti, de quien era fascinada por su trabajo, al cual me acerqué por el interés que se suscitó en mí después de leer “Tinissima” de Elena Poniatowska. Alguna referencia había escuchado en mi adolescencia, ya había sentido hablar de la mujer de Diego Rivera. Pero fue precisamente en la época que frecuenté la universidad, entre 1993 y el 1997, que descubrí algo que me dejaría perpleja: mi abuelo Luis había encontrado en persona a la famosa pareja Rivera Kahlo.

Mi perplejidad se manifestó en diversas vertientes, me enteré que mi abuelo había estudiado en la Academia de San Carlos, supe que frecuentaba el mundo bohemio de Coyoacán donde coincidía frecuentemente con Diego y Frida y, sobre todo, quedé absorta ante las aseveraciones de mi abuelo en cuanto a Frida Kahlo, ésta de su misma edad. Un día me atreví a platicar con él, digo me atreví porque era una persona muy celosa de su pasado, contaba poco de su juventud, así que le pregunté algo temerosa con el propósito de iniciar: Abuelito, ¿cómo era Frida Kahlo? Con una mirada que aún no sé cómo interpretar, entre estupor y enfado. Me respondió gesticulando con la mano derecha, sin mirarme al rostro y con todo de fastidio: “Frida era una muchachita acomplejada, se casó con Diego por su fama, para hacerse de un nombre, era una degenerada, andaba por allí con vestidos de hombre, fumando y tomando”.

Tales comentarios nunca los compartí, tal vez porque no entendía por qué el abuelo opinaba de tal manera de esta mujer, de cuya vida y obra yo sólo había dado un atisbo. En realidad sólo había visto un cuadro suyo: “Diego en mi pensamiento”. Después de todo él convergió con ella verdaderamente, frecuentaban los mismos lugares, la misma gente. ¿Por qué decía eso de una contemporánea suya?  Esto alimentó en mí cierta curiosidad, eché mano de la enciclopedia de arte de mi mamá y encontré un par de sus pinturas. Percibí un efecto poco agradable, parecía estar dentro de una pesadilla, eran totalmente incomprensibles, terroríficos… el terror ante el dolor ajeno, el dolor que nadie quiere experimentar, el miedo a lo que no deseamos ni imaginar. La obra de Frida no me impactó por sus cualidades estéticas, me resultaba bizarra, chocante, cruenta.

Con el pasar de los años vi crecer el interés en general por la efigie de Frida, por su obra, yo no tenía grande conocimiento de su biografía, en lo personal nunca nació en mí tal fascinación por lo que con el tiempo conocí de sus pinturas, una y otra causaban en mí la misma sensación de náusea.

Entiendo que los eruditos y críticos de arte la desdeñan, tachándola de diletante, carente de talento, asegurando que el valor de sus obras radica únicamente es haber sido esposa de Rivera.

¿Cómo es entonces que ha llegado a ser un mito? ¿Cómo es que se ha convertido en un sujeto de culto?

“Su presencia en el ámbito de los eventos artísticos (o que se presumen tales) del novecientos sobresale como caso difícilmente superable de diletantismo, actuado por otra parte sobre bases extra pictóricas: jamás una interrogación sobre la forma pictórica, sino un relato autobiográfico – no de ralo morboso- practicado con fines terapéuticos” (Frida Kahlo non é un`artista, Giovanni Giannone, IMPRESSIONS rivista digitale di critica della cultura)

Esto me hace abrir otras preguntas ¿Verdaderamente su pintura es merecedora de toda la fama que la circunda? Aquello que se consideran sus fanáticos, en realidad ¿cuánto conocen de su obra? A propósito de ello Sanford Schwartz escribió:

“Para la mayoría de sus admiradores, sin embargo, describir dónde se sitúa Kahlo, la artista, en relación con sus contemporáneos, para no hablar de la crítica a las cualidades formales de sus pinturas o de los defectos, está fuera de lugar” “… la relación entre el surrealismo y la sensibilidad puramente mexicana de su obra, a menudo era tema de comentarios. Sin embargo, nunca se dice con precisión de qué forma su obra se parece a la de este o aquel surrealista. Tampoco se dice que, por su dedicación a temas específicamente mexicanos, podría llamarse una artista regional o provincial“. (El valor de Frida Kahlo, Letras Libres).

Los mexicanos somos calificados repetidamente de fanáticos idólatras, es tal vez la alteridad, en esta búsqueda y arraigamiento de la identidad nacional en la que la mitificación de Frida encuentra un terreno fértil. Empero lo anterior no se aplica a su creciente popularidad a nivel internacional. Da un nuevo sentido al arte popular, el pueblo se muestra empático ante un común denominador de la raza humana: El sufrimiento. El dolor no se explica, se siente, más allá que las palabras restan plasmadas en la mente más fácilmente las imágenes, he allí la audacia de la Kahlo, que ha realizado una autobiografía iconográfica que completa lo que cuenta en sus diarios, en sus cartas, en sus poemas. Frida, que en vida fue considerada por sus contemporáneos solo como la mujer coja, oportunista, borracha y depravada de Diego Rivera.

Como muchos mitos ha trascendido su tiempo,  se ha convertido en más que las “Dos Fridas”, entraña una diversidad de características que encuentran como punto de identidad a diversos grupos, la mujer culta, la revolucionaria, la bisexual, la de gran fortaleza,  la discapacitada, la mujer que rompió con el paradigma machista, católico, burgués, lo que la ha convertido en un cliché contrario a su propia realidad,  de la mujer emancipada. Digo lo anterior y lo afirmo, Frida no era una mujer emancipada, bien es cierto que era una joven mujer que, a pesar de no tener una formación académica, era una mujer que se cultivó con la lectura, en sus escritos denota su faz intelectual, sarcástica e irónica, pero entonces cómo es que aceptó, pese a su intelecto, casarse con Diego con conocimiento a priori de su índole polígama. Sería cierto entonces que buscaba crecer bajo la protección de Diego, que su matrimonio fuera verdaderamente conveniente a su favor, no solo porque se aseguraba un puesto en la historia como su esposa, sino que le serviría para alzar el vuelo en su carrera de pintora, además de que la posición económica de Diego le garantizaba las curas médicas que sus padres no eran más en grado de sostener. Todo con su precio: soportar con cierta abnegación las continuas traiciones de marido, típico comportamiento de la mujer sumisa.

Para todos es bien conocida cómo se desenvolvió la historia de amor de Rivera y Kahlo.  Frida tal vez era una mujer contradictoria, pero la abnegación sola era finta, se vengaba de las traiciones y lo hacía a la grande, jodía como era jodida. En su juego sadomasoquista de víctima y victimaria no calculaba que una traición en particular la llevaría al divorcio, la traición con su hermana Cristina. Eso fue un golpe en donde más le dolía, eso sobrepasaba sin duda los límites de la tolerancia.

El mito de Frida emerge de sus cicatrices, de su columna rota, de su vagina traspasada, de su forma de amar sin tabúes, para algunos obscena y transgresiva , su personalidad ha sobrepasado su talento, cautiva con su lado andrógino, su mirada misteriosa, la revolucionaria, tanto de contar entre sus amantes a hombres y mujeres fascinantes como María Felix, Leon Trsky, Tina Modotti que fue quien la presentó con Diego, Chavela Vargas, el galerista Heinz Berggruen, Dolores del Río, la poetisa Pita Amor, la esposa de Andrè Breton, Jaqueline Lamba…

En Ability Channel escriben de ella:
“La vida de Frida Kahlo fue una vida intensa y cruel, pero la grandeza de su arte ha superado todos los prejuicios y etiquetas, salvándola de ser recordada como “una pobre victima discapacitada”. (Frida Kahlo, la vita dell’artista che ha dipinto la sua disabilità, Abilitychannel).

En contradicción a lo anterior Sanford Schwartz dice:
“Kahlo es conocida, sin duda, por sus numerosos autorretratos inclementes, imágenes en las que nos puede confrontar con lágrimas en sus mejillas o puede exhibirse a sí misma como una enferma postrada o una víctima” (El valor de Frida Kahlo, Letras Libres)

Algunos califican a Frida como una gran ególatra, obsesionada con su propia imagen y su dolor, el pintar respondía a una necesidad artística basada en un ego exacerbado, a lo que Frida respondía:
“Me pinto a mí misma, porque soy a quien mejor conozco”

La pintura significó sin duda catarsis, si cuando era una muchachita sufría de complejos, a medida que maduraba y pintaba, estos en la exaltación de su propia discapacidad, regresaban convertidos en fuerza de voluntad, y en ello reside el valor de Frida, en su capacidad de usar su propio sufrimiento físico y emotivo para mover al espectador, una empatía en la que la reacción hacia su obra es la de amarla u odiarla, ésta huele a sangre, a la sangre de Frida, a la derramada en el accidente, en los abortos, parece asistir a la materialización de sueños lúcidos cargados de su esencia, de su trauma, de su dolor, de su amor,  de sus ideas políticas, de su amor por Diego, de su lado masculino que ha trazado en el recuerdo colectivo, la imagen de la mujer bigotona doliente, alrededor de la cual se ha generado un mito popular que ha superado las fronteras mexicanas, gracias precisamente a su mexicanidad con la que se identifican los paisanos que viven en el extranjero, los cuadros de Frida en los hogares de los residentes de origen mexicano en U.S.A ocupan el segundo lugar después de la imagen de la Virgen de Guadalupe.

 Después de todo, al pueblo qué le importa lo que digan los críticos de arte, los académicos, si no era buena pintora es una cosa que no se cuestiona, la Frida manía está en su clímax, para indignación de tantos y regocijo de las masas que continúan a avivar el mito de la pintora mexicana más conocida de la historia, aquella que superó todo prejuicio y predicción que no vislumbraba para ella ninguna posibilidad de éxito por su condición, que sería injusto definir con eufemismos porque ella nunca eufemizó sobre ella misma en sus pinturas, ni en sus letras, éstas en forma de poesía o misiva, me han cautivado en contraste con la emoción estética que me pueda causar su obra pictórica.  Desmitificar a Frida sería sin duda una tarea difícil, se podría derrumbar una parte de un muro pero la construcción continuaría en pie, porque al final hasta la crítica más despiadada y tajante encontraría, o en su obra o en su persona o en su historia, un punto de encuentro y alteridad.   


 

Alejandra Craules Bretón (México 1976)
Premio Nacional de Poesía Instituto Mexicano de la Juventud, 2003. Estudio Creación y Apreciación literaria en la Casa Lamm. Escritora, poeta y traductora. Desde el año 2008 vive en Italia.

 

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Frida Kahlo con el político ruso León Trotsky
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