Reían porque todas eran jóvenes y madres, y porque todas, ni bien haber cumplido los dieciocho ya se habían casado y tenían hijos.
La tía Inés reía también con ellas. Un poco por complacerlas en sus dichos, un poco para convivir con ellas, y un poco también porque no le quedaba de otra.
El conductor me veía con un asombro que no podía disimular. El tren había apagado motores y el hombre aquel descendía lentamente de su cabina. No supe por qué razón pero con cierto miedo, dejé mi postura en cuclillas y me puse de pie, por si había necesidad de salir corriendo.
Cierro los ojos y te imagino fuera de mi mundo y me siento a recorrer un universo partido en dos, sin colores, sin óleo, sin siluetas, sin tu risa, sin tus manos, sin tus cuestiones y sin tus respuestas.
Clara preveía el futuro en numerosas ocasiones. Estaba viendo las noticias de televisión cuando anunciaron el atentado en Montmartre. Rashid estaba justo allí, pero a él no podía haberle pasado nada, no iba en ningún avión.
El calor comenzó a hacer que el suelo desprendiera mucho calor, y de la hierba, sus puntas estaban tan quemadas que numeroso ganado no pudo alimentarse, y en consecuencia, fue muriendo poco a poco, en aquella ola de calor de los cielos que abarcó toda la vista.
El mismo día, todos, absolutamente todos los mástiles del mundo habrán quedado desnudos. Ni a media ni a total asta. En algunas ocasiones aparecen hojas de laurel, el rostro de Dafne o de algún ser extraterrestre perdido por alguna nebulosa del cosmos
¡No eres una niña, eres una mujer! Es para bajarle el susto —Dice la dueña de la casa. Tiene triste la mirada desde ayer. ¡Pégalo a tu cuerpo, que sienta tu protección. Ella retira el brazo que oprime su agresor. Responde con valentía: Me quedo aquí.
Tú ya probaste el veneno y aún no lo admites, ¿no? A veces se necesita un veneno para contrarrestar otro veneno
Es cierto que escribir me calma de a ratos, será por eso que hay tanta correspondencia de condenados a muerte, vaya a saber. Incluso me divierte imaginar por escrito cosas que solamente pensadas en una de esas se te atoran en la garganta